Ya al tercer día del festival se me planteó un problema: ver películas o escribir sobre ellas. Naturalmente, me incliné por la primera opción. Ya pasado el festival y de regreso al curso de vida habitual, continuaré con la crónica del décimo BAFICI (ahora ex post facto, con un film destacado por jornada), intercalada con comentarios sobre estrenos y otros artículos. Aquí van las películas del jueves 9 de abril.
Construcción de una ciudad (Argentina, 2007) Dirigida por Néstor Frenkel
Documentales sobre ciudades fantasmas, sepultadas o en vías de extinción hay muchos. Los hay poéticos y autobiográficos (El cielo gira), los hay falsamente críticos y televisivos (Up the Yangtze), los hay nostálgicos, los hay turísticos, etc. Pero no hay ninguno como Construcción de una ciudad. Con un tono deliberadamente humorístico e irónico, cuenta la historia de Federación, ciudad entrerriana sepultada bajo el agua por la construcción de la represa de Salto Grande llevada a cabo en 1979, durante la última dictadura. Para albergar a los pobladores de Federación desplazados se edificó una ciudad nueva en las cercanías, Nueva Federación, monumento al feísmo racionalista y a la precariedad (aunque eso, obviamente, no era lo que mostraban los planos entregados a los pobladores antes del traslado). La Arquitectura como mentira administrativa y gubernamental. Los recién llegados a Nueva Federación, negativamente afectados por el hostil y precario entorno al que los mudaron, sufrieron el desarraigo (muchos de los más mayores murieron a causa de eso, según repiten los entrevistados) y la fuerte crisis económica coincidente con la crisis inflacionaria y se encerraron en sus casas, abandonando el ámbito público y comunal transformando a Nueva Federación en una ciudad fantasma. A comienzos de los ’90, en el territorio de dicha ciudad se encontraron yacimientos de aguas termales, lo que generó una acelerada activación económica y social (coincidente con el menemismo) que llega hasta el día de hoy, en el que hordas de hombres y mujeres en bata pasean por la ciudad, se ejercitan con instructores de ambigua sexualidad y hacen city tours a bordo de un falso tren mientras escuchan la historia que les acabo de contar. Es interesante comparar el discurso turístico deliberadamente mitificador y falso y el terrenal y ácido de la película. Construcción de una ciudad es, también, un documental sobre discursos (el arquitectónico, el turístico, el político, pero también el de los pobladores de Nueva Federación) que ocultan, mienten o (se) exponen.
Que esta historia con amargo comienzo y alegre (con muchísimas reservas) resolución esté plasmada en un documental tremendamente cómico no debería ser fuente de demasiada sorpresa, considerando que su director es Nestor Frenkel, autor esa película/cosa indefinible sobre esa banda/cosa indefinible de nombre Reynols. Es evidente que el objetivo de Frenkel es la risa y no la divulgación historiográfica o el análisis sociológico (aunque el film tiene una envidiable claridad expositiva). Y lo logra sin forzar la historia al tono, utilizando la música y, en especial, el montaje como herramientas cómicas. Sin embargo la mayor fuente de humor son los entrevistados, y Frenkel explota esta comicidad dejándolos hablar, mostrando cómo se convierten en perfectos personajes de una hipotética sitcom que parece ser la vida cotidiana en Nueva Federación. Iba a decir “los” explota; he aquí una de las discusiones que despierta Construcción de una Ciudad: hasta qué punto Frenkel potencia el humor que flota en Nueva Federación y hasta qué punto lo genera a costa de sus entrevistados. Es una cuestión que deberán resolver cuando la vean (se estrena el primero de mayo). Aunque, al fin y al cabo (y muchos maestros de la comedia lo saben), la risa es una forma particularmente efectiva de la empatía.
(Se le otorgó una mención especial por parte de la Asociación Cronistas Cinematográficos Argentinos)
Caja Cerrada (Argentina/España, 2008) Dirigida por Martín Solá
Al próximo que les diga, aconsejándoles sobre temas de relaciones amorosas, que “hay suficientes peces en el mar”, muéstrenle esta película. No es una comedia romántica sobre la dificultad de encontrar pareja en el mundo posmoderno, sino un documental sobre peces y el mar, y la particular forma que tiene un grupo de pescadores (españoles algunos, árabes y magrebíes otros) para capturarlos en masa, matarlos y empaquetarlos en la misma acción. Todo esto mostrado en la larga secuencia central de la película, que pasa de lo asombroso (cuando descubrimos que los peces son encajonados mientras aún viven) al absurdo (cuando el torrente de pescados que salen de la red se vuelve hiperbólico), y del absurdo al tedio, cuando la misma repetición mecánica de los mismos procesos de captura y empaquetamiento de los peces es filmada de la misma forma por enésima vez. Es cierto que la imagen del barco teñido del plateado frenético de los peces a punto de morir es visualmente atrayente, pero Jiska Rickels mostró algo similar con mayor vuelo poético y de forma más concisa en el segmento del barco pesquero en 4 Elements, film en competencia oficial del Festival de Mar del Plata del año pasado. Solá confía demasiado en su material, que solo logrará perturbar a los más vegetarianos entre los espectadores, y al resto abrirnos el apetito.
¿Cómo es el pan en este sándwich de pescado que es Caja Cerrada (es decir, qué hay antes y después de la secuencia de la pesca)? Largos planos fijos y encuadres rebuscados del barco, que están más cerca de la pereza que de la osadía, y charlas entre los marineros sobre Europa y sobre la pesca. En otras palabras, hipotéticas escenas eliminadas por falta de tensión dramática e irrelevancia de ese programa sobre el barco pesquero de Discovery Channel... ¿Me habrá quedado sushi en la heladera?
Película Destacada
Profit Motive and the Whispering Wind (EEUU, 2007) Dirigida por John Gianvito
La Historia tiene sus usos simbólicos en el presente. Quién la usa y con qué objetivo son preguntas que deberíamos hacernos al tratar de entenderla. Estas cuestiones (cuya respuesta explicita la primera parte del título de la película) son las que motivan este film/poema de John Gianvito. A partir de “A People’s History of the United States” (obra historiográfica de cabecera de la izquierda norteamericana) de Howard Zinn, Gianvito recorre Estados Unidos en busca de los lugares en los que se llevaron a cabo las luchas por los derechos humanos y la libertad en su país (más que nada placas conmemorativas) y las tumbas de los olvidados protagonistas de dichas luchas. Y los filma: los planos fijos de las lápidas y placas conmemorativas se complementan con imágenes de árboles y pastizales mecidos por el viento. Ambas imágenes tienen algo en común: muestran en términos visuales aquello que es intangible e invisible (la Historia en el caso de las lápidas, el viento en las imágenes de la Naturaleza). La elección de las tumbas no es completamente arbitraria, Gianvito escoge a aquellos “troublemakers” (indígenas, feministas, negros anti-esclavistas, líderes laboristas, anarquistas, etc.), la mayoría asesinados al enfrentarse a las fuerzas conservadoras y reaccionarias de su país, casi tan desconocidos en Estados Unidos como acá (a los únicos que pude identificar fueron Upton Sinclair y Malcolm X). Evidentemente hay sectores interesados en mantener el Status Quo que excluyen a estas personas y sus luchas en la reconstrucción oficial de la Historia. Gianvito los rescata, realizando un film (y gesto) contestatario poco frecuente en las discusiones políticas de su país. Y no sólo es un film tremendamente inteligente y elocuente (aún si -o gracias a que- está vaciado de sentido e invita a sus espectadores a completarlo, evitando transformarse en un panfleto político), sino que también es extraordinariamente bello y conmovedor (conmover: perturbar, inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia).
Pero Gianvito no tiene una intención necrófila y tampoco quiere petrificar las figuras que rescata, a pesar de que constantemente filma lápidas hechas de piedra. Él recupera la historia de las luchas y los luchadores marginados por la Historia, pero además identifica una tradición combativa que llega hasta el día de hoy. Tradición poco conocida y difundida, pero que nos revela un costado oculto de una Norteamérica que suponemos políticamente anodina. Las voces de los luchadores del pasado no se apagaron con el tiempo. Están ahí, como el viento susurrante, presentes para el que se preste a escucharlos. El diálogo que establecen los olvidados combatientes del pasado con los actuales (que aparecen hacia el final del film: imágenes de manifestaciones actuales en montaje acelerado marcadas por una percusión estridente que deriva en “La Internacional”) recuerda la frase que inicia el prefacio de “El Anticristo” de Nietzsche: “El pasado mañana me pertenece. Algunos nacen póstumamente”.
(Se le otorgó una mención especial del jurado de la Selección Oficial internacional y el Premio Derechos Humanos)
Ballast (Estados Unidos, 2008) Dirigida por Lance Hammer
Que cada geografía engendra un tipo de carácter común era un concepto muy frecuentado por la Sociología y la Antropología decimonónica y un lugar común en muchos discursos contemporáneos, especialmente dentro del cine generalmente (mal) llamado independiente. Ballast parece adentrarse en este terreno, pero su camino es otro: el desolado, gris y melancólico paisaje del delta del río Mississippi en un particularmente crudo invierno es un reflejo (o metáfora) del igualmente desolado, gris y melancólico interior de sus personajes. La geografía en Ballast no tiene una intención retórica/sociológica, sino poética (sí, como en Flandres; un punto para ustedes por prestar atención). Lance Hammer no pretende juzgar a sus personajes o explicar sus acciones. Él prefiere seguirlos y retratarlos, con una tenacidad (y una forma) que recuerda a las última películas de los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne. Esto no quiere decir que Ballast no redunde a veces en el miserabilismo (aunque jamás gratuito), en especial en el primer tramo de la película, en el que se detecta peligro de iñarrituismo. Pero luego el film se estabiliza y se desarrolla el relato con sutileza y sin volantazos de guión.
El film narra la historia de una familia disfuncional tras una tragedia (el suicidio del padre de la familia luego de abandonarlos e irse a vivir a la casa de su hermano gemelo idéntico, el intento frustrado de hacerlo de éste). Pero si el término “familia disfuncional” asociado a “tragedia” y “suicidio” les hace suponer que Ballast es otro subproducto indie prefabricado para triunfar en Sundance (se llevó los premios a mejor fotografía y dirección en el festival con base en Utah), el film de Hammer se distancia de ese ya rancio modelo, acercándose a una tradición europea de cine contemplativo y parsimonioso. Claro que no es el único en EEUU en seguir esa tradición: ahí están Terrence Malick y el Van Sant de Gerry en adelante para demostrarlo, además de la bellísima Old Joy de Kelly Reichardt, que compitió en la selección oficial del Bafici del año pasado. El de Hammer es también un cine minimalista y despojado, tanto en lo narrativo como en la puesta en escena y en las actuaciones (todos ellos actores no profesionales oriundos de la región, algo muy común en el cine de festival). Tal vez lo que se le pueda achacar a Ballast es ese tono medio respetuoso, que tiende a la indefinición y en varios momentos a la abulia, pero que no se resiente demasiado gracias a una puesta sólida, profunda e inteligente. Puede ser que a veces se parezca demasiado a otras películas del circuito (Hammer mencionó como una de sus películas favoritas a Stellet Licht de Carlos Reygadas, film presente en el festival y que, según tengo entendido, comparte elementos de estilo y tono con Ballast), pero afortunadamente es uno de los mejores ejemplares de su tipo. Y muy arriesgado, considerando la estandarizada y conservadora producción de sus coterráneos del circuito independiente.