En otro orden de cosas, se hizo pública una carta que el actual director del Bafici, Fernando Martín Peña, escribió al futuro (incógnita) ministro de cultura de la ciudad increpándolo sobre el futuro del festival. La carta está impecablemente fundamentada y la pueden encontrar acá. Nos queda temer por la desaparición de uno de los festivales de cine más importantes de Latinoamérica.
Del problema de la adaptación cinematográfica
A propósito de Honor de Cavallería (España, 2006, 110’) Dirigida por Albert Serra
Sección: Competencia Oficial Internacional
En un texto anterior (sobre Ficció de Cesc Gay) mencioné las diferencias entre el cine español actual y el cine catalán. Mencioné varias películas catalanas que escapaban el molde televisivo o excesivamente academicista del cine español, como Más allá del espejo o la propia Ficció (agregaría también El cielo gira, hermoso y melancólico documental de Mercedes Álvarez). Honor de Cavallería del catalán Albert Serra entra de lleno en esta categoría, pero de forma quizás más radical que las ya mencionadas. Quintín, en un texto publicado en el sitio Otros Cines, llamó a la película “el OVNI catalán”, por la radicalidad y la originalidad de su propuesta. Menos deliberadamente anti-Hollywoodense que INLAND EMPIRE, es, sin embargo, tan o aún más radical que el film de Lynch. Pero es radical desde otro paradigma: mientras que INLAND EMPIRE es excesiva, sobrecargada, generosa, mutable, saludablemente contradictoria, Honor de Cavallería es minimalista, reposada, pequeña e íntima. Sin embargo, a pesar de las evidentes diferencias de estilo entre las dos películas, ambas dividieron las aguas entre críticos y público como pocas en los últimos tiempos. Que en su primer fin de semana de estreno, Honor de Cavallería haya tenido el segundo mejor promedio de audiencia por sala (en un solo cine), y que, a la vez, haya generado una aluvión de cartas de lectores quejándose de los críticos que alabaron el film, evidencia esta división extrema de opiniones. Pero la pregunta obligada es hasta qué punto Honor de Cavallería es la obra original e innovadora que sus defensores alegan y hasta qué punto es un gesto de provocación estéril sólo apto para iniciados.
Mencioné anteriormente que Honor de Cavallería es una adaptación libre de una novela (“El ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra). Decir esto no sería completamente justo con la película: Honor de Cavallería se centra en los hipotéticos tiempos muertos de la novela. En este contexto, la palabra “adaptación” deja de ser pertinente, por lo que convendría llamarla “falsa adaptación”. Por esto analizarla “desde” el texto (“El Quijote” en cuestión) no tiene mucho sentido. Es interesante, de todas maneras, comparar los puntos de ruptura y las constantes entre ambas obras, miradas no una como apéndice de la otra, sino como dos producciones independientes que dialogan consigo mismas y con otras obras.
Honor de Cavallería dialoga principalmente con Lancelot du Lac, film del francés Robert Bresson, que continúa la historia de los míticos caballeros de la mesa redonda en dónde la leyenda acaba. Y lo hace con su usual puesta en escena ascética y actuaciones ídem. El film de Serra va aún más lejos, reduciendo los personajes a dos y anulando todo indicio de relato, o al menos en su concepción convencional. El Quijote y Sancho, protagonistas (casi) exclusivos de la película, vagan por el campo sin ningún objetivo concreto. El Quijote se encuentra en un estado definitivamente decadente: sus días de aventuras parecen a punto de acabar. Sin embargo, su simpática verborrea (al menos comparada con el casi absoluto mutismo de Sancho) lo transforman en un personaje definitivamente vital, aún si el fin, inevitablemente, se le aproxima. Los monólogos que el Quijote enuncia (y que Sancho escucha en silencio entre la admiración y la incomprensión absoluta) transparentan fragmentos de su cosmovisión, un cristianismo personal y trágico fusionado con encantadoras nociones del heroísmo y perpetuas búsquedas de ideales.
Sus monólogos, como todos los diálogos de la película, son en catalán. Este es la más evidente y profunda ruptura con respecto al texto de Cervantes. Y, a diferencia de lo que sucede en Ficció, es un gesto definitivamente provocador, tratándose de la novela fundante de la lengua española (comparable a “La divina comedia” de Dante y la lengua italiana o a “Los cuentos de Canterbury” de Chaucer y la inglesa). Pero no es una “traición” a la novela de Cervantes porque, como dije antes, no se plantea como una adaptación sino como una “falsa adaptación”. Es casi un logro de la lengua catalana que la película se haya distribuido con su título original en catalán, como no sucedió con la de Cesc Gay.
Como en el cine de Antonioni, Honor de Cavallería aprovecha los tiempos vacíos y la puesta espacial. Pero, a diferencia del director Italiano, en Honor de Cavallería el paisaje no dice nada de la subjetividad de los personajes o de sus dudas existenciales. Más bien refleja la visión panteísta tan intrínsicamente ligada a su puesta. Y como Lisandro Alonso, el film de Serra apuesta a la armonía entre el ser humano y la Naturaleza. Sin embargo, la relación de Honor de Cavallería con el cine es más conflictiva que la enumeración de influencias darían a suponer. Al igual que INLAND EMPIRE, que se posiciona dentro de Hollywood (gran parte del relato transcurre en Los Ángeles o dentro de un set de filmación) para atacarlo, Honor de Cavallería adopta una postura rupturista con respecto a las películas que adaptan novelas, tratándose ella misma de una adaptación (o “falsa adaptación”, como expliqué previamente). El film de Serra no es una adaptación parasitaria de la obra original, como suele ocurrir con las adaptaciones en general. Por el contrario, es una obra independiente que, más allá de algunas pocas referencias a la novela (el nombre de los personajes y algunos diálogos), no le “debe” nada a la obra. Es interesante que haya escogido esta novela en especial para realizar esta “falsa adaptación”, que en su momento les fue esquiva a Orson Welles y a Terry Gilliam. De esta forma Honor de Cavallería se va revelando como una película sobre la adaptación de “El Quijote”, logrando un efecto de “making of” sostenido por el amateurismo de las actuaciones. Acá encontramos una similitud muy importante entre la novela y el film: su espíritu rupturista dentro del “género” que lo enmarca (la caballeresca en la novela y la adaptación en el film).
La ausencia de palabras (es decir, la emancipación de la dimensión literaria en la película) hace que el film se valga casi exclusivamente de las imágenes. En otras palabras, Honor de Cavallería es una película completamente cinematográfica. Por esto la puesta en escena es el principal atractivo de la película. Serra logra algo notable con respecto a esto: utilizando una especie de “naturalismo medieval” (en oposición al “naturalismo urbano costumbrista” ya tantas veces visto) arma un fresco moderno y encantador sobre la cotidianeidad del lunático caballero y su fiel y algo bobo escudero, una versión a la vez medieval y contemporánea del gordo y el flaco. Y para realizarlo utiliza exclusivamente luz natural, locaciones ídem y cámaras digitales. La fotografía no recae en el preciosismo paisajista fácil sino, como dije antes, ayuda a acentuar el efecto panteísta de la puesta. La combinación entre el ritmo cansino, la ausencia del relato y la belleza de la fotografía hacen de Honor de Cavallería un film hipnótico, libre y pequeño.
Si Honor de Cavallería posee todas estas cualidades (es libre, pequeña, encantadora y hasta humorística), ¿por qué despierta tal nivel de rechazo en gran parte de la audiencia y en un sector grande de la crítica? Es una pregunta difícil de contestar y remite a lo que mencioné en el primer párrafo de este texto. Respondiendo a lo planteado allí, en efecto Honor de Cavallería es una película original (por su puesta en escena minimalista hasta las últimas consecuencias, por su decisión de eludir cualquier atisbo de relato al adaptar una épica, por ser definitivamente climática pero negarse a los clímax) y es también una película provocativa. Y es provocativa en un buen sentido, ya que provoca sensaciones en la audiencia que la empuja a tomar una postura activa frente a ella: sea levantarse e irse del cine, sea completar el sentido dentro del vacío argumental en el que se sume la película, sea escribir un texto sobre ella (lo que están leyendo ahora), sea reírse de uno mismo y de la importancia que le da a la película, sea mandar cartas a los diarios enfurecidamente contra el crítico que recomendó semejante bazofia, sea maravillarse con los tiempos muertos o derretirse frente a la simpatía de los protagonistas, o sea indignarse, como lo hizo la señora sentada detrás de mí en una escena en particular en la que el Quijote llevaba a Sancho de la mano mientras le explicaba alguna tontería sobre el universo, y gritar “¡Pobre Cervantes!” durante la proyección. Frente a la abulia generalizada en la que la mayor parte de la producción cinematográfica (y de otras artes también) sume a su audiencia, Honor de Cavallería es una película indispensable. A propósito de lo que gritó la señora: Honor de Cavallería, aunque no es la adaptación que esta señora esperaba de la novela de Cervantes, recupera (adapta) el espíritu lúdico, cómico, paródico y de ruptura de “El ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha”, realizando un film estupendo que se nutre, pero no depende, de la novela. Cervantes estaría orgulloso.