jueves, 13 de marzo de 2008

Ficció

Regresa “El Butacazo” de su prolongado letargo por pedido popular. Se acumuló un viaje a EEUU, trabajo, estudio y una cartuchera llena de DVDs, que me impidieron continuar con este noble pasatiempo. Pero qué mejor momento para retornar a la actividad que éste, ya que este jueves que pasó se estrenaron dos (muy buenas) películas que vi en Mar del Plata. Una de ellas, Flandres (estrenada en un solo cine, el Cosmos, en formato DVD ampliado), fue comentada en “El Butacazo” en un post anterior a este. La otra, Ficció, va a ser comentada, como bien prometí en las consideraciones metodológicas, a continuación.


Another Love Song

A propósito de Ficció (España, 2006, 107’) Dirigida por Cesc Gay
Sección: Competencia oficial internacional
Ganadora del Ástor de oro al mejor largometraje

“O we will know, won’t we?
Stars will explode in the sky
O but they don’t, do they?
Stars have their moment and then they die”

(Are you) the one that I’ve been waiting for – Nick Cave & the bad seeds

Cuando me enteré que Ficció había ganado el Ástor de oro -ya había vuelto a Capital- me entró una especie de extrañeza. ¿Cómo podía ser que una película tan introspectiva y de decidido tono menor haya ganado el premio mayor en el festival?. Uno supone que esos premios están reservados exclusivamente a propuestas extremas, innovadoras o inmediatamente populares, de realizadores de vasta trayectoria, con contenido político/social, o, en el peor de los casos, películas y realizadores obsecuentes -lo uso como eufemismo- con el jurado de turno. Ficció no entra en ninguna de esas categorías: no contiene ningún “mensaje” que se superponga o supere a la película, no tiene contenido social, no utiliza una puesta en escena particularmente renovadora y su “tema” (amor vs responsabilidad, crisis de adultez) dista enormemente de ser un territorio poco frecuentado por el cine. Por otro lado, su director, el catalán Cesc Gay, es un director destacado con apenas cuatro películas en su haber (todas, salvo una -Hotel Room-, en solitario), un relativamente joven talento, pero definitivamente no un director con una trayectoria importante como sí lo son el georgiano Otar Iosseliani y el brasileño Carlos Diegues, ambos incluidos en la competencia oficial del festival con Jardins en automne y O maior amor do mundo respectivamente. En algún otro texto, quizás, discutiré la importancia y la vigencia de los premios en los festivales de cine; ese tema no me compete ahora.
Lo que sí me concierne en este momento es la película llamada Ficció. Ficció es, obviamente, una película española, país cuya industria cinematográfica entró en una era de expansión cuantitativa, pero no así cualitativa. Sin embargo, Ficció es menos una película española que una película catalana. Esto, que podría pasar como un detalle mínimo, no lo es en absoluto por varias razones. La primera tiene que ver con el sistema de exhibición español, paso a explicar. En España no hay, como en Buenos Aires, un circuito de cine comercial y, por separado, un circuito de cine “arte”, sino que hay un circuito de cine doblado y uno subtitulado. Naturalmente, suelen coincidir las películas del circuito doblado con nuestro circuito comercial y viceversa. Ficció, película catalana con personajes catalanes, está hablada casi en su totalidad en catalán, lo que a priori restringe ampliamente su público potencial y las salas que pueden exhibirla (ignoro en que condiciones se realizó el estreno de Ficció en España en noviembre del año pasado y su repercusión en el público). La decisión de mantener los diálogos en catalán es menos una declaración de independencia cultural catalana que una forma de dar dimensión y profundidad a los personajes, que respiran, sienten y (afortunadamente) hablan como catalanes. Más allá de las intenciones, esto evidencia un director reticente a hacer concesiones, aún si esto significa limitar la salida de la película a parte del público, algo que se extraña en el cine español de hoy en día.
Pero Ficció no sólo es una película catalana porque está filmada en Catalunya o porque está hablada en catalán, sino porque las ideas de puesta en escena y la madurez en el tratamiento de lo narrado (y, veremos más adelante, que lo narrado, o mejor dicho, lo mostrado, es menos importante que lo no mostrado) se oponen a cierto infantilismo, superficialidad y vacío artístico presente en gran parte del cine español contemporáneo (si quieren un ejemplo de estos tres defectos puestos en práctica al mismo tiempo, no se pierdan Semen, una historia de amor, estupidísimo film que encantó al público español). Esto la posiciona dentro del cine catalán, más personal y arriesgado que gran parte del cine español contemporáneo, como lo demuestran las recientes producciones catalanas Más allá del espejo de Joaquim Jordá y Honor de cavallería de Albert Serra, esta última una especie de bastión de la crítica española más independiente y crítica del estado actual de su cine. Considerando esto no es inocente que Alex, el protagonista de Ficció, escuche a Nick Cave mientras maneja y no al Sabina o a la Oreja de Van Gogh de turno. Es otra forma de romper, en los mínimos gestos, con sus coterráneos.
Alex (interpretado por Eduard Fernández, quien participó previamente en otra película de Gay, En la ciudad) es un director de cine de cuarenta años que, con la excusa de bloqueo creativo, decide alejarse algunos días de su mujer y sus dos hijos e instalarse en la casa de un viejo amigo, Santi (Javier Cámara, el enfermero de la almodovariana Hable con ella; uno de los puntos más altos de la película), en los Pirineos. Santi es un cálido anfitrión, pero Alex parece siempre ensimismado y pendiente de su mundo interior (el film hace del mundo interior de sus personajes, expuestos en sus gestos y palabras, la principal materia prima del relato). Allí Alex conoce a Judith (Carmen Pla, otra de En la ciudad), amiga de Santi, lesbiana y víctima de una enfermedad terminal, y a Mónica (Montse Germán), una violinista, que, como él, decidió dejar a su pareja para pasar algunos días en la tranquilidad de la montaña. Se suceden cenas en conjunto, travesías a caballo, charlas de fogón. En una caminata por la zona, Alex y Mónica se separan del otro dúo y se extravían. Llegada la noche encuentran un refugio y deciden pasar la noche ahí. Sin embargo, la atracción que se venía insinuando en gestos y miradas, no se concreta. Gay elige el camino de la contención y la mesura, evitando así caer en el melodrama al que, seamos sinceros, la historia pareciera apuntar.
Gran hazaña de la película: partir de personajes y situaciones afines al melodrama, y evadirla con total naturalidad. ¿Cómo lo logra? Evitando llenar de palabras la película. O aún mejor, evitando que sus personajes expresen sus sentimientos mediante palabras o acciones. De esta forma, los gestos de los personajes empiezan a tener primacía. La película no muestra la evolución de los personajes y las situaciones (el espontáneo amor platónico entre Alex y Mónica, la amistad entre Santi y Alex), sino, el crecimiento y el desarrollo interno de sus personajes, evidentes en sus expresiones y silencios.
Esto no quiere decir que Ficció es una película sin palabras, sino que las palabras no expresan aquello que los personajes, viviendo en el estado de negación que se autoimponen, reprimen. De hecho, la película se vale de las palabras y los silencios para crear climas, a la manera del cine de Rohmer. Ficció es, además, una película contemplativa. La cámara no se entromete, sino que observa a cierta distancia, tratando de no involucrarse. Por eso la insistencia del film en la música (con Nick Cave, pero también con Gustav Mahler) y en la pintura (los cuadros paisajísticos en la casa de Santi y su autorretrato en el caballete). Toma prestado la aptitud climática de la primera y la predisposición a la observación de la segunda.
Pero, en definitiva, más allá del estilo, Ficció es una película de amor. En especial el amor en la madurez y la infidelidad, temas tratados en el cine en más de una ocasión. Claro que, como la infidelidad no llega a concretarse, sino que se vive como una expectativa truncada, se trata de un amor imposible, más aún luego de la llegada de la mujer de Alex con sus hijos para visitarlo. Sin embargo, el tono medido y el énfasis puesto en el mundo interior de los personajes, parecen reflejar esos tristes versos de la canción de Nick Cave citada más arriba. En el film, el enamoramiento entre Alex y Mónica no causa esa explosión estelar monumental en el cielo, sino que se diluye en algunos gestos y miradas, acordes al tono menor del que la película hace gala. Esto no quiere decir que el film sea un ferviente defensor de los valores tradicionales de la familia (aunque, según tengo entendido, la crítica cristiana lo consideró así). La película no hace ningún juicio al respecto, y, por lo que podemos suponer, Alex va a prolongar su estado de insatisfacción que lo llevó a la montaña al regresar con su familia.
Es, desde ya, una ficción amarga la que propone el film, más allá de que, en su último tramo, surjan algunas palabras tranquilizadoras y expresiones de amor concretas (que yo considero -y pueden discutírmelo- un gesto algo cobarde del realizador). Sin embargo es una ficción necesaria, en tanto reflejo de nuestras propias experiencias. Por eso no es azaroso que el protagonista de la película sea director de cine y entre en un rango de edad al que pertenece Cesc Gay (cuarenta años clavados). Esto es algo que también aparecía en En la ciudad, pero en Ficció se evidencia de manera más clara. Gay abandonó el relato coral de En la ciudad y se centró en un personaje que, podríamos suponer, está pasando por un momento que el propio realizador puede estar transitando (tanto como cineasta como padre de familia de cuarenta años). Alex salió a la montaña a buscar su película. Gay hizo lo mismo y la encontró.

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