jueves, 13 de marzo de 2008

Flandres

Una temporada en el infierno (Ida y Vuelta)

A propósito de Flandres (Francia, 2006, 91’) Dirigida por Bruno Dumont.
Sección: Punto de vista

“Vista desde los confines del espacio exterior, la tierra no es mayor que una mota de polvo. Recuérdelo la próxima vez que escriba la palabra humanidad
Paul Auster en Viajes por el Scriptorium.

Hacer un análisis de Flandres me resultó una tarea particularmente difícil. Por un lado, la soberbia de su director -que supo lucir en el momento dedicado a las preguntas del público luego de la proyección-, el francés Bruno Dumont, me hacía bastante ruido, en especial al clausurar toda interpretación develando no sólo cuales fueron sus intenciones, sino también cómo debe ser interpretado el film. Por otro lado, la película es un sensible estudio de personajes, una de las mejores obras (si no la mejor) que vi en Mar del Plata. Es cierto que se deja traslucir cierta soberbia a la hora de mostrar algunas escenas sórdidas y las reacciones de sus personajes, pero en ningún momento se vuelve moralizador, declamatorio o arbitrario –guiño guiño Lars Von Trier-.
Flandres es una zona de campiña en el norte de Francia, lugar de nacimiento de Dumont y locación de tres de las cuatro películas que conforman la obra del realizador –La Vie de Jesús (1997), L’ Humanité (1999, ganadora del gran premio del jurado en el festival de Cannes) y Flandres-. Flandres –cinta que le dio su segundo gran premio del jurado en Cannes- cuenta la historia de Demester (Samuel Boidin), un joven y abúlico granjero, que mantiene una relación bastante ambigua con Barbe (Adélaïde Leroux). Sus vidas están signadas por la monotonía y la repetición -es notable cómo Dumont resalta esto con tomas fijas de Demester cosechando o de las cuchillas de un arado en funcionamiento-. Apático e incapaz de expresar sentimientos, el joven pasa sus días en el campo o en un bar con Barbe y otra pareja amiga.
Demester y Barbe son amigos, pero tienen sexo. El sexo en el cine de Dumont no es liberador, es una necesidad física vacía de sentimientos, primitiva, animal. Hay varias escenas de sexo, todas similares: Barbe conduce a Demester a un descampado, ella se baja la pollera, él el pantalón. Ella se acuesta boca arriba, él sobre ella y empieza a moverse con bruscamente y a jadear. Ella simplemente mira el cielo sin perturbarse. Cuando él termina su labor, ambos se levantan y vuelven a sus tareas habituales. Pero que no demuestren emociones no quiere decir que no las tengan. En una conversación con la pareja amiga, Demester niega que él y Barbe son novios. Como represalia, ella inmediatamente comienza a salir con otro hombre.
Sin embargo, se inicia una guerra en un país innominado de Oriente. Demester, Blondel –el nuevo novio de Barbe- y el joven de la pareja amiga son citados a pelear. El último día en el bar, el último fogón entre amigos –en el que Barbe abraza simultáneamente a Demester y a Blondel mientras besa al primero; una leve mueca de celos se aparece en la cara de Demester, único signo de emoción en lo que va de película- y el último día trabajando en la granja. Luego la partida: un camión del ejército, un coronel llamando a los futuros soldados por lista, éstos presentándose y subiendo al camión, unos pocos familiares despidiéndolos. Y la guerra.
Esta guerra innominada en un país recóndito es la guerra en Irak y también son todas las guerras. En este segmento las escenas sórdidas abundan. Por ejemplo los soldados de la división, para entretenerse, luchan a trompadas, o, para recuperar un pueblo, asesinan a sangre fría a un grupo de soldados enemigos que son, a su vez –y como ellos-, adolescentes con armas. En cierto momento, patrullando por una zona desierta, la división se encuentra con una mujer. Luego de golpearla, varios soldados –incluyéndolo a Demester- la violan y la abandonan. Tiempo después, cuando son capturados por las fuerzas enemigas –comandadas precisamente por esta mujer-, los golpean salvajemente, matan a varios y, por ordenes de la violentada quien reconoce a uno de sus violadores, lo castran. Lo que Dumont demuestra con todas estas imágenes sórdidas -que incomodaron a parte del sector de mayor edad del público del festival: en una cola para ver otra película (no recuerdo cual) una mujer de la tercera edad me increpó sobre las películas que había visto y me habían gustado yo le comenté sobre Flandres. Ella, mirándome con cierto disgusto, me dijo que no la iba a ver porque era de esas películas “que salpicaban sangre”. ¿Qué quiere, señora, si estamos hechos de eso?- es la decadencia moral que sufren ambos bandos en cualquier guerra. Tema bastante transitado en films bélicos: recuerden Apocalypse now (1979) de Francis Ford Coppola y Platoon (1986) de Oliver Stone, para nombrar los más conocidos. Pero, a diferencia de la ambigüedad ideológica y religiosa de Apocalypse now o el choque entre lo inmoral y lo moral en Platoon, en Flandres la guerra no es ideológica –ninguno de los soldados (los generales están ausentes) tiene una posición política o ideológica, probablemente ni siquiera sepan dónde queda el país en el cual están luchando- y la degradación moral es total -en cierto momento Dumont pone a Demester frente a un (falso) dilema moral: asistir al herido Blondel y probablemente perecer en el intento o escaparse de sus captores y abandonarlo a su suerte. Obviamente Demester escapa-. Paralelamente, en Flandres, Barbe queda embarazada, aborta, tiene sexo con cualquier hombre que se le insinúa, es mirada con desdén por el resto de la comunidad y, finalmente, sufre un colapso y es arrastrada a la fuerza a un instituto mental.
El cine de Dumont está marcado por la economía de recursos y la poesía visual. Mediante planos fijos, pausados y que generalmente duran lo suficiente como para volverse reflexivos y, de vez en cuando, incómodos, Dumont deja las emociones de sus personajes a la libre interpretación. Pero no hay que confundir el minimalismo formal de Flandres con realismo. Por el contrario, Dumont se toma ciertas licencias narrativas que le quitan verosimilitud a la historia, pero le inyectan intensidad y poesía –los soldados viajando en caballo junto a los tanques, el repentino colapso de Barbe debido a las visiones que tiene de Demester abandonando a Blondel en el desierto-.
Finalmente, Demester regresa a Flandres y Barbe abandona el manicomio. Demester, único sobreviviente de su división, es el que tiene que contar la historia –irónico, considerando su escasez de palabras-. Cuando Barbe le pregunta cómo murió Blondel, simplemente responde “un tiro en la cabeza”. Luego ella le confiesa que ya sabía que lo había abandonado, pero ya no importa. Los efectos de la guerra ya se consumaron, tanto para los que lucharon como para los que se quedaron. Tras una temporada en el infierno, acostado junto a Barbe en el pasto, Demester pronuncia las palabras que ocultó durante tanto tiempo: "Je t'aime...je t'aime".
Dumont es un realizador dedicado por entero a explorar la condición humana –el hecho que haya realizado una película llamada L’ Humanité es bastante elocuente per se-. Por eso encuentra ideales a los pobladores de la anómica región de Flandres para su exploración. Primitivos, generalmente desagradables, pero también sensibles y complejos, los personajes del cine de Dumont deambulan sin demasiados objetivos, hijos de la geografía campestre que los engendró. Sin embargo, el realizador no los construye desde el prejuicio –nuevamente piensen en el último cine de Lars Von Trier-, sino desde el conocimiento de causa. Juzgando, pero sin bajar línea, Dumont creó un film sólido, intenso y emotivo, visualmente poderoso y, principalmente, transparente y honesto. No sólo se evidencia en el punto de vista objetivo de la cámara, sino también en la decisión de utilizar actores no profesionales –generalmente (y erróneamente) llamados no actores- en toda la película. El libro de Paul Auster, por el contrario, no vale mucho la pena.Si quieren conseguir Flandres, no desesperen: la distribuidora 791 cine ya adquirió los derechos para su distribución comercial y (sospecho) se va a estrenar pronto. Sin embargo, como nos tiene acostumbrados 791 cine, probablemente se estrene en formato DVD ampliado. C’est la vie.

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